Editorial

Nuestras creencias ¿nos benefician o nos limitan?

Las creencias son aprendidas en los primeros años de vida, son transmitidas por nuestras familias, y determinan como pensamos, sentimos, actuamos y nos relacionamos con los demás a lo largo de nuestra vida.

De acuerdo a como percibimos estas creencias condicionamos nuestra vida, por ello, éstas pueden ser beneficiosas o limitantes.

Una situación en sí no nos hace sentir bien o mal, sino como interpretamos la situación es lo que nos lleva a una emoción o conducta, y ésta depende de la creencia y a su vez de los pensamientos que tengamos.

Por ejemplo: una creencia limitante y que nos puede generar un malestar puede ser creer que, “el mundo es un lugar difícil”, y entonces sería importante cuestionarnos:

¿Por qué es difícil el mundo? ¿Qué es difícil en el mundo? ¿La vida es difícil? ¿Trabajar es difícil? ¿Estudiar es difícil? ¿Qué evidencia tengo de esto?

Y ésta creencia la podríamos modificar por: “a veces hay situaciones difíciles en la vida, pero no siempre, ni todo es difícil”, lo cual nos disminuiría el malestar.

Aunque las creencias son tan arraigadas, son parte de nuestra personalidad, y nos provocan cierta comodidad, estas se pueden cambiar, sobre todo si nos limitan o nos causan malestar.

Para modificar un pensamiento, y a su vez la conducta de éste, es necesario irnos a las creencias y desde ahí hacer las modificaciones, pues de lo contrario al volver a caer en una situación similar al del pensamiento irracional (no adecuado) volveremos a repetir la misma conducta.

Muchos de los conflictos o malestares del ser humano provienen de algunas creencias que fueron aprendidas durante el transcurso de la vida, y para ello existen algunas técnicas que nos pueden ayudar a lograr cierta flexibilidad, pero para que esto se cumpla, se necesita además de un acompañamiento psicológico, la convicción y el compromiso de la persona, para que se logren objetivos que nos pueden ayudar a transformar nuestra forma de ver la vida.

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