Editorial

Aviso contra la tecnología y el internet 

Jaime Bustos Ochoa

El presente texto, surge del interés y preocupación por la gran cantidad de docentes que recurren al uso de correos electrónicos, aplicaciones de software (Apps) y redes sociales para llevar a cabo su labor educativa, sin considerar que estos recursos están diseñados para lucrar con la información de los usuarios.

En una de las Guías de trabajo para los Consejos Técnicos Escolares de educación básica, se relatan experiencias de maestros que aluden al tipo de herramientas tecnológicas que emplearon en la contingencia. Por ejemplo, una maestra señala que utilizó TikTok para dar la bienvenida a sus alumnos.

En otros casos, aprovecharon Zoom para llevar a cabo reuniones de trabajo, crearon grupos de WhatsApp y Facebook; usaron plataformas como Classroom, páginas Web y realizaron videollamadas por Google Meet para mantener contacto y comunicación con los estudiantes y padres de familia.

El profesorado menciona que recurrieron a estas herramientas porque son fáciles de usar y muchos papás cuentan dispositivos móviles con conectividad; además, porque son funcionales para enviar y recibir trabajos, planeaciones didácticas e informes de los padres y estudiantes.

Los profesores consideraron los beneficios que ofrecen las herramientas y plataformas tecnológicas (en la comunicación a distancia) para utilizarlas. Esta situación propició, posiblemente, que se olvidaran de cómo operan los correos electrónicos, Apps y redes sociales.

Por ello, se dirige -a maestros, alumnos y padres de familia-, un aviso contra la tecnología y el internet: el correo electrónico, aplicaciones de software (Apps) y redes sociales están diseñadas para lucrar con la información de los usuarios. Los datos personales, publicaciones o comentarios son utilizados con fines comerciales.

Si bien, algunas de estas compañías aseguran no vender datos personales de los usuarios, ni compartir ningún tipo de información, sí la utilizan para conocer los intereses, gustos y preferencias de las personas que integran la red y decidir qué anuncios publicitarios mostrar en cada cuenta o perfil.

A través de los llamados algoritmos inteligentes, la información se registra, clasifica y ordena automáticamente. Los registros dan cuenta de los gustos o preferencias de los miembros de la red y, con ello, se ofrecen productos y servicios de su agrado e interés.

Los usuarios son quienes suministran datos que sostienen los sistemas inteligentes. Por consiguiente, ellos deben aceptar que su información se utilice para saber quién o quiénes están interesados en los productos y servicios que se anuncian en la red.

Una vez que el usuario ha registrado una cuenta, acepta que su contenido sea trasferible y concede su anuencia para reproducirlo y distribuirlo. Además, otorga permiso para modificarlo, publicarlo y exento de pagos por derechos de autor.

La información se comercializa. Para ello, Apps, redes sociales y correos electrónicos se valen de recursos como notificaciones, sugerencias de amistad y del botón “me gusta”; inclusive, establecen vínculos para compartir y transferir registros y obtener datos. Además, ofrecen un sistema abierto y gratuito.

En Google, por ejemplo, las cuentas de correo, búsquedas de sitios web y el almacenamiento y envió de archivos son gratuitos. Facebook no cobra por uso de la red; y en WhatsApp o Messenger el servicio de mensajería y llamadas son gratis.

Así, las herramientas tecnológicas no tienen como propósito contribuir en la educación y su mejoramiento; más bien, su objetivo es dar soporte a la información para que los dueños de las plataformas la utilicen para rediseñar o perfeccionar sus productos y servicios.

Valdría la pena que al emplear recursos de internet, se revisen las políticas de uso; pues no hay que perder de vista que hoy, los datos se capitalizan y comercializan, que se trata a los hombres y se comercializa con ellos como paquetes susceptibles de ser explotados económicamente como afirma Byung-Chul Han.