Editorial

Cultivando el Bienestar; Evitación Emocional

La evitación emocional se refiere a todas las estrategias que tratamos de poner en práctica con el objetivo de evitar experimentar emociones intensas o para prevenir que las emociones que estamos sintiendo se hagan más intensas. Aunque estas estrategias pueden resultar útiles en ciertas situaciones, casi nunca funcionan bien a medio y largo plazo, e incluso pueden llegar a incrementar la intensidad de tus emociones cuando te encuentres ante una situación similar en el futuro (Barlow, Farchione, Fairholme, Ellard, Boisseau, Allen y Ehrenreich-May, 2011).

Existen 3 tipos de estrategias de evitación emocional:

  1. Evitación mediante conductas sutiles. Ocurre con frecuencia cuando una persona se ve envuelta en una situación que él/ella asocia con la ocurrencia de emociones intensas y no existe posibilidad de escapar de la misma. Por tanto, como consecuencia, la persona debe poner en marcha todo un conjunto de conductas sutiles, de las que puede llegar a no ser consciente. Ejemplo: alguien que padezca ansiedad social evitará mantener contacto ocular cuando participe en situaciones de interacción social.
  2. Evitación cognitiva. Engloba una serie de estrategias que son difíciles de identificar e incluso es posible no seamos conscientes de estar utilizándolas. Se refiere a cualquier cosa que hacemos para evitar tener que pensar, recordar y/o prestar atención a algo que genera estrés en la persona, distraernos escuchando música, viendo televisión, ausentándonos con la “mente”. Por ejemplo: Cuando una persona preocupada por sacar malas notas intentara de forma desesperada justificar por qué sacar malas notas es algo que no debería importar, realizando esta estrategia para apartar o evitar emociones, es una estrategia de evitación emocional.
  3. Uso de conductas de seguridad. Éstas pueden ser cualquier objeto que las personas llevan consigo para sentirse más cómodos o ayudarles a calmarse en situaciones de extrema ansiedad, a pesar del hecho de que dichos objetos, carecen de utilidad real para afrontar una situación potencialmente amenazante, incluso puede ser otra persona. Recurrir a estas señales de seguridad puede privarte de aprender que la situación no es peligrosa, mientras atribuyas tu capacidad de modular y manejar las emociones a la presencia de la conducta de seguridad (Barlow, et al. 2011).

Intentar suprimir emociones intensas desagradables, es paradójico, ya que al hacerlo produce un incremento en la frecuencia del pensamiento en lugar de reducirlos. Por otro lado, impide la habituación, y con ello el desarrollo de un sentido de control y eficacia a la hora de hacer frente a aquello que se teme.

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