Editorial

DESDE AQUÍ: El 10 de junio no se olvida

Javier López Velarde Luna

México ha sido escenario de grandes masacres humanas y también en su historia ha sido testigo de inumerables actos de barbarie y abuso de poder por parte de nuestros gobiernos que enarbolan la falsa bandera de la democracia. Sin embargo, han existido justificantes en algunas ocasiones, para poder reprimir hordas de incivilizados que han atentado no sólo contra el gobierno sino contra la población misma. Acabamos de presenciar la debilidad de nuestro ejército ante un grupo de maleantes armados, que incluso lograron desarmar y humillar no sólo a nuestra fuerza armada, sino a todos los mexicanos que nos decimos representados y protegidos por ella. No obstante, recordar otra época en que el autroritarismo y terrorismo de estado originó una cruel matanza el 2 de Octubre en 1968, desbordó el odio e indignación de muchos mexicanos hacia el Gobierno entonces comandado por Gustavo Días Ordaz. Esta matanza que se pronunció en su momento como genocidio en la sentencia definitiva dictada por el Poder Judicial de la Federación, reflejó la intolerancia de aquel poder y significó una mancha en nuestra historia. Poco tiempo después el 10 de junio de 1971
se escenificó otra matanza por medio de un grupo de choque denominado «Halcones» que directamente dependía del Estado y recibía órdenes de tenientes del Ejército, siendo su jefe común Manuel Díaz Escobar Figueroa, subdirector de Servicios Generales del Departamento del Distrito Federal. Hay que hacer notar, que en ambos casos se trató definitivamente en ambos casos, de genuinos crímenes de Estado en virtud de que al interior del aparato gubernamental se concibieron, planearon, instrumentaron y encubrieron estos inefables ataques a ciudadanos mexicanos y sobre todo representó un sometimiento a la dignidad humana.

 

En mi personal experiencia, recuerdo perfectamente, la descripción de mi amigo «Raúl Jiménez» hoy antropólogo retirado y en su momento estudiante de la Prepa 7 quien me contó con lujo de detalle lo que vivió ese 10 de junio. «Habíamos cientos de estudiantes con los brazos entrelazados y caminando con nuestras protestas hacía el Gobierno pidiendo Libertad democrática y autonomía de nuestra Universidad, esto lo hacíamos de manera pacifica por la Calle México-Tacuba y donde nos uniríamos a otro contingente congregado en el «Chopo». De pronto empezamos a escuchar detonaciones y gritos adelante, hubo quien gritaba sigan avanzando sólo son tiros al aire nos quieren dispersar, sin embargo y al instante, comenzamos a observar a nuestros compañeros que iban al frente caer heridos y así sucesivamente, lo que nos hizo correr a donde pudiéramos, Gracias A Dios logramos meternos a un zaguán y cerrarlo, donde temblando, esperamos terminarán los disparos y gritos de terror. Desde ahí se escuchaban a los Halcones golpeando a diestra y siniestra a nuestros compañeros que no tuvieron la suerte de refugiarse en algún sitio» Así lo narró este testigo del momento.
Después de estos lamentables hechos y ante la desaparición de muchos jóvenes estudiantes y maestros por el llamado «Halconazo» fue emitida una sentencia definitiva el 26 de julio del 2005 por el quinto tribunal unitario en materia penal del primer circuito en la que sin el más mínimo pudor se consignó que el grupo llamado Los Halcones dependía del Estado y recibía órdenes de tenientes del Ejército, siendo su jefe común Manuel Díaz Escobar Figueroa, subdirector de Servicios Generales del Departamento del Distrito Federal”.

LOS HALCONES
Sin embargo y como era de esperarse, los responsables fueron absueltos y se argumento en ese momento, que dicha acción penal prescribía, lo que sospechosamente derivó en un candado de las determinaciones adoptadas por los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Lo curioso es que después de haberse firmado la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y los crímenes a la humanidad, el 3 de julio de 1969, se guardó este documento inexplicablemente por más de 30 años y fue archivado en algún expediente de Los Pinos, hasta que en 2001 fue turnada al Senado para su ratificación constitucional. Donde se perfeccionó la maniobra dilatoria del Ejecutivo y con maña se aprobó este instrumento internacional pero se agregó una «amafiada» descripción que dice: Con fundamento en el artículo 14 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el gobierno de México, al ratificar la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad, entenderá que únicamente considerará imprescriptibles los crímenes que consagra la Convención, cometidos con posterioridad a su entrada en vigor para México.
Lo que llevó a una farsa más y alimentó la total impunidad de los crímenes de Estado ocurridos antes de la entrada en vigor de la Convención.
Farsa amparada por el principio de la imprescriptibilidad. No obstante que previamente en el artículo 1º de dicho tratado se establece que los crímenes de guerra y los crímenes de a la humanidad deben ser perseguidos y castigados dondequiera y cualquiera que fuere el tiempo y lugar de su ejecución material. Al fin de cuentas el caso dio como resolución sobre este fatal día en términos la declaración interpretativa por parte de la primera sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación concediendo así a los acusados el beneficio de la prescripción, el cual fue hecho extensivo por el quinto tribunal unitario penal al entonces presidente Luis Echeverría.
Con esta amnistía a los altos funcionarios públicos culpables de la masacre se dio entrada a una total impunidad y a la ola de masacres que se dejaron venir posteriormente, y me refiero sin duda a El Charco, Acteal, Aguas Blancas, El Bosque, Atenco, Apatzingán, Ecuandureo, Tanhuato, Calera y Tlatlaya, y recientemente a la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Sin embargo, ya a todas luces es necesario que se pongan las cosas en su lugar y se establezca con toda precisión la culpabilidad de quienes la tengan y no sólo se convierta esta atmósfera en nuestro país en un pretexto de simulación o bandera a causas políticas e intereses de algunos grupos ajenos al desarrollo de nuestro México. Que se investiguen los hechos reales de los acontecimientos más recientes y se aclaren las dudas de todos los mexicanos que contemplamos una parte de la historia simplemente, cobijándonos en en un halo de humanidad y derechos humanos, cuando no conocemos en su totalidad las causas y las razones verdaderas de todos estos hechos. Simplemente, simplificamos nuestro pensar en que la violencia no es el camino del Derecho, sin embargo, también quienes no respetan la ley y el derecho de los demás deben tener sanciones avaladas por nuestra Constitución, pero a veces los extremos mandan y los ciudadanos comunes nos vemos afectados por actos vándalicos e inhumanos que afectan nuestra integridad e intereses, mientras la autoridad esta atada de manos debido al posible escrutinio público mundial y al respeto a los Derechos Humanos. Las masacres humanas no deben existir , pero si a través de la historia debemos reflexionar que quien infringe la Ley debe consecuentemente ser sancionado. Es día de recordar una masacre que no debió de suceder, y que permanece impune, es verdad… pero también es día de reflexión sobre el respeto a la Ley y me refiero también a quienes se supone la hacen respetar. El 10 de Junio no se Olvida…