Editorial

Si no son, cómo se parecen

Guadalupe Elizalde.

Buenos días y excelente inicio de semana a los y las lector@s que nos dedican un tiempo de reflexión. Esta semana, mi abuelita está mega molesta por un pasaje actual del Poder Judicial Federal. Me refiero a lo ocurrido el pasado jueves, cuando llegó la nueva ministra de la Suprema Corte de Justicia, Lenia Batres Guadarrama, hermana de Martí Batres, quien ahora ocupa la jefatura de gobierno de la Cdmx, tras la salida de Claudia Sheinbaum, quien lo dejó en su lugar.

Hay que decir que ella fue elegida en forma directa por el presidente de la República porque el Senado no pudo ponerse de acuerdo para votar a una persona de las dos ternas enviadas al mismo por Andrés Manuel. Se entiende: el bloque opositor iba a votar en contra, siempre, lo mismo que Morena y sus aliados darían el sí a quien el PG les propusiera. Pero tanta confrontación dejó en una de las sillas de la Suprema Corte de Justicia a la persona más cercana a la 4T y sus planes. Por lo mismo no puede llamarnos al asombro que en su discurso de toma de protesta, en lugar de saludar con respeto a sus pares o enunciar sus convicciones, se dedicara a regañar a todos, incluyendo a la Ministra Presidenta, Norma Lucía Piña. Lenia, era la menos preparada de las postuladas para ejercer el puesto; perteneció al PSUM, al PRD y dio el salto a Morena con sus fundadores. Por cierto, también, otra hermana de Martí Batres cobra en el gobierno. Ya que es diputada local por la Cdmx.

Así visto, los morenistas nos han dado un buen ejemplo de cómo se ejerce el nepotismo y el amiguismo desde su primer sexenio en el poder, y se explica por qué han podido tejer una larga cuerda de impunidades y negocios que el tiempo se encargará de sacar a la luz, con la esperanza de que los ciegos logren ver detrás de quien están aplaudiendo, sin tomar nota de errores que mañana se lamentarán, sobre todo en la economía. Da temor leer su currícula, porque Lenia trabajó como asesora de López Obrador en materia jurídica. Es decir, en las iniciativas de ley que la mayoría Morenista aceptaba como buenas y tras su impugnación por la oposición u otros afectados, iban a parar, indefectiblemente, a la Suprema Corte, donde eran declaradas inconstitucionales. La verdez y subordinación ciega de la nueva ministra quedó claramente expuesta cuando dijo muy presuntuosa que se sentía orgullosísima de que la llamaran “la ministra del pueblo” (échese usted ese trompo a la uña). O séase, que la señora no está ni enterada de que la Suprema Corte de Justicia, con todo y ser la última instancia del ciudadano para su defensa, se dedica a defender LA CONSTITUCIÓN, no al pueblo. Mi abuelita cree que a Lenia le iría mejor si regresa a su labor de penalista y defendiera a los pobres en los juzgados, ahí se sentiría más realizada, y quizá tenga razón. Pero se sospecha de una industria que están fabricando el presidente López Obrador y sus seguidores: Mandar las iniciativas mal hechas para que su feligresía vea que la SCJ no le deja pasar sus malhechuras, y entonces pueda victimizarse como lo hace casi todos los días. Si no le falla el cálculo a mi abuelita, el PG quiere convertir a la Corte en un pequeño Congreso judicial donde pase y se haga Ley Suprema todo lo que se le ocurra, una vez que logre inyectar su mayoría al torrente de sentencias que emita en el futuro. Así, el mandatario o mandataria, podría ir cambiando la Constitución de a poco, y no en una sola sesión como se hizo en Venezuela, una vez que Hugo Chávez se apoderó del Congreso y la Corte venezolanas. Ya tiene adentro a Lenia, Yazmín y Loretta y quizá Ana Margarita. El llamado Pleno, son 11; hay que poner atención como ciudadanos para no ser sorprendidos; lo mismo deben hacer los periodistas destacados para que no pidan su cabeza en público, así, ya sin vergüenza ninguna. Lo digo por Ciro Gómez Leyva al cual saludo con admiración y cariño.