Editorial

¡Pon valor a tu vida! Los humanos somos tan complejos

Andrea Borjas

«Dios no encuentra sitio en nosotros para derramar su amor, porque estamos llenos de nosotros mismos». San Agustín.

A lo largo de mi recorrido profesional, he comprobado que existen sólo algunos verdaderos seres que deciden convertirse en algo más para aportar en esta vida y no sólo vivir por vivir, ahora sí que como dice la canción de Juan Gabriel con Natalia Lafourcade deciden “Ya no vivir por vivir”.

Los humanos somos tan complejos, cuando tenemos algo (sea objeto, sea una persona, sea un trabajo, sea dinero, sea cual sea), este algo que damos por sentado que ahí siempre va a estar o que ahí debe estar, no lo valoramos, no agradecemos el porqué está ahí, y cuando éste (repito, sea objeto, sea una persona, sea un trabajo, sea dinero, sea cual sea), ya no está o simplemente ya no lo tenemos, es cuando comenzamos a querer tenerlo, cuando lo valoramos cuando comenzamos a verlo, ¿no es así?, ¿te ha pasado?, no respondas. No desperdicies los mejores años de tu vida.

¿Sabes por qué nos sucede esto? Muy sencillo, nuestra falta de humildad nos hace que nuestro ego se acrecenté al grado de creer que merecemos todo lo que tenemos, de pensar que todo lo que tenemos es por nuestro propio mérito y trabajo. Dice Dennis Miller, comediante y comentarista político americano, que el ego es ese feo duendecillo que vive bajo el puente que va de la mente al corazón. ¿Vives por vivir?, ¿te has preguntado por qué aún estás en esta Tierra? El ego, el desear ser dioses aquí, el querer ser los reyes de este mundo, que la gente te admire, te vanaglorie, hacer sólo las cosas para que tu mundo te aplauda y en tu soledad sabes que no eres ese que das a conocer a ese mundo, te hace individual.

Un exceso de ego nos hace cerrados, nos seca, nos hace vacíos y no permite que nuestras emociones se transformen en sentimientos positivos, en sentimientos de amor. Una vez asistí a un retiro en el que el exponente habló de una lectura en la Biblia (Juan 5:3 y 7:37-39) en la que él nos expuso que se convirtió en un agua estancada, que se pudrió su ser por no querer compartir lo que tenía y en el camino destrozó a su familia y la perdió, él en su ego creyó que todo lo que poseía era resultado de su trabajo y su esfuerzo.

A veces, no comprendemos que el ego es como el agua estancada, es ese algo que nos va creciendo por dentro pero a su vez es algo que no nos deja dar, nos hace egoístas, es alimentarnos de algo que sabemos de antemano muy en el fondo de nuestro corazón y que no aceptamos que al mismo tiempo nos hace daño a nosotros mismos porque esa agua sin movimiento se pudre, se vuelve lodo, negra. Si te identificaste con esta reflexión deja ya de llevar esa vida de apariencia.

Si cometiste o estás cometiendo ese error en tu vida, aún estás a tiempo de recapacitar de pedir perdón a quienes hayas hecho daño en el camino y si lo haces, si te animas a hacerlo no pienses que te eres menos, o que te humillas, ¡al contrario!, ¡serás grande! Cada persona tiene su propio proceso, de cada uno depende tomar la decisión de hacer las cosas bien o destruirse a sí mismo en el camino. Comparte lo que Dios te da.

De lo contrario tu vida comenzará a apestar como agua estancada. Porque te repito como en la reflexión de la semana pasada, no olvides que Dios da en abundancia y Dios quita, pero es decisión tuya que se regrese multiplicado en bendiciones.

Con mucho cariño, Andi

Licenciada en Seguridad Pública Céd. Prof. 09253689
Especialista en formador de vida emocional. Asesor de aprendizaje virtual y Cuentacuentos.
Cel. 442 149 63 60, correo electrónico: [email protected]
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